Quiero esa tarde. La que cayó sobre tus hombros, la de azules imposibles. La tarde de parvadas y manos inquietas. (Adriana Reid)
No siempre la primera vez es la número uno. Lo que sí sucede, casi siempre, es que se recuerda toda la vida... es decir que se embellece durante toda la vida, como suele hacer la memoria con casi todo. Por eso, para escribir estos dos sonetos, no dejé que pasase mucho tiempo. El justo para "incubarlos". Espero que te gusten y te traigan también gratos recuerdos a ti.
(I)
¿Te acuerdas? Era verano y oro
y media tarde y jazmín y ¡me ama!.
Era calor y Madrid y mi cama
y calima de amor en cada poro.
Era después un beso como liana,
era mar tu pecho breve en mi mano.
Era el azul del cielo castellano
que te azoraba y bajé la persiana.
Era verano y era también mayo
en el secreto de mi alcoba a solas,
y tarde y jazmín era y florecías.
Amor era, y era deseo sin fallo
las sábanas eran espuma y olas
y tu cuerpo sobre ellas se mecía.
(II)
Era verano y nosotros y oro,
enamorados y todo tan sencillo.
Recuerdo es la ventana sin visillo
con el que ahora mi soledad decoro.
Estoy aquí solo sin ti, y lloro
y tu ausencia torna el cielo amarillo
y el deseo remacha el estribillo
de soledad con la ventana a coro.
He recordado tu cuerpo desnudo
desafío de amor sobre mi lecho
que ya no admite de ti reemplazo.
Estoy pensando ahora en cómo pudo
pesar y oprimir mi pecho en tu pecho
sin reventar de amor entre tus brazos.
R.