pobladas de silencios.
Mi nombre, resumen de mí mismo
fin de mis versos,
se estrella contra oídos no avisados.
¡Ah, dolor antiguo de no tener nombre!
¡de ser vacío!
grillete abierto que presiento mío.
Nunca sabréis que vivo.
Intenso como el amor, pero peor
porque es individual,
solitario
este dolor es un buscado castigo:
dolor del poeta, congelado
en la nieve rayada del papel.
Dibuja y borra un horizonte turbio en cada cima.
Dolor de cauce seco,
de tronco hueco.
Silencioso.
R.
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