Cuántas de esas noches de insomnio, quizá uno de los martirios más solitarios que haya, han servido para "ver" más negro el mundo de lo que luego es, cuando nos ponemos en marcha con las ojeras de no haber dormido pero con la luz del día ya ayudándonos a ver las poporciones justas.
Puedo perder el miedo a las palabras,
en esta oscuridad
recrear momentos,
soñar y soñar despierto
pero nada más.
De la noche triunfa el lado más negro,
a estas horas equívocas esquinas
se abrillantan de charol.
Negro sobre negro.
Hacen falta luna llena y dos cuerpos
en silencio
para no temer más a las arenas del tiempo.
Pero son jinetes guerreros
los que descienden del orbe,
traen pedazos de luna
colgados de las riendas
y sombra de rejas
arrojan las patas de sus monturas;
si de hierro fueran, aún quebrarlas pudiera
mas barrotes de miedo son,
de huída, recelo y quejas.
Negro sobre negro.
Hacen falta luz de estrellas y dos anhelos
que se recorran a tientas,
para reventar cancelas, a fuerza bruta de besos.
Pero es lluvia de rencores
la que mi frente de perlas corona,
trae disuelta soledad,
ausencia de paz, desvelo.
Caen con ella los jirones
de lo que fueron mis mejores lienzos
¡aquellos de jóvenes amores ilesos!.
Y regresan los jinetes envueltos en sucios velos,
finjo dormir, mas me saben despierto
y se recrean en herir
lo que queda en mí de bueno.
Negro sobre negro.
¿Qué se hizo de aquella noche en la sierra?
Cuando a tu lado aprendí un camino nuevo
para esquivar oscuridades y miedos.
Dormías.
Sin hablar me lo enseñaste.
Duermes,
pero ya no aprendo.
R.
Pero he recorrido demasiados renglones
repletos de números,
cuajados de absurdas expresiones;
pocos torcidos y divino ninguno
poco a poco me han separado de la vida
en lenguas que no son la mía.
Tú dormías y yo sané a tu lado