A cierta edad, tienen los recuerdos una mirada de ojos entreabiertos, los párpados caídos, el vidrio húmedo del que sabe lo que los viejos saben (R.)
La determinación de amar
te arrastró toda tu vida,
cinceló toda tu suerte
rebosante de idolatría.
Eras un llegar sin avisar
un final de olvidos.
Una risa tormentosa te adornaba
un relumbrón precediendo siempre
la carcajada.
El pecho se te hacía dunas
de rubia arena sobre la cama
y tu voz era de espuma
en la madrugada.
Decías con palabras
ruidosas como palomas
que nunca hay nada que perder
salvo la vida.
Al decirlas, sin querer movías
las manos como un torrente.
Decías con palabras
ruidosas como palomas
que nunca hay nada que perder
salvo la vida.
Al decirlas, sin querer movías
las manos como un torrente.
Tus invencibles ojos
y tus labios cálidos
ya no contemplan
ni dicen auroras,
ahora eres sólo un recuerdo
como la llama
de una lumbre que se apaga;
ya no atrapas las miradas
cuando bajan los párpados
llamando al sueño.
R.
R.
Son invencibles los ojos de quien inspira esa poema como son invencibles algunos momentos para el olvido.
ResponderEliminarPrecioso y memorable.