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sábado, 8 de noviembre de 2014

SER





2012 Dibujo del autor





Ser sombra de nube.
Hijo del Sol, por dos veces.
Compañero del viento,
que me lleva, libre.
No chocar con nada
Adaptarme a todo.
Ser, al menos.

                                     R.

viernes, 19 de septiembre de 2014

PALABRAS AGRIAS (por Fernando Mañueco)








Nunca le gustó su ciudad. Era gris e incómoda. Demasiada gente, demasiado ruido, demasiada indiferencia. Además, carecía de un lugar elevado y con buenas vistas donde refugiarse a masticar los recuerdos o el olvido.
Hubiera preferido vivir en Lisboa, donde cualquiera con unas monedas para el tranvía puede subir al castillo a llenar los pulmones de aire fresco y los ojos de un vasto paisaje. La torre de Belem, el río con sus puentes, el monasterio de los Jerónimos...
Nunca le gustó su vida. En su monotonía, echaba de menos acontecimientos importantes que le hicieran sentirse especial, aunque fuera sólo un par de veces al año. Le hubiera gustado acunar a un niño, viajar, subir montañas, dormir al raso, comer fruta del árbol, adormilarse a la sombra en las tardes de verano. Le hubiera gustado sentirse parte de un grupo, quizá una tertulia de café de lunes, miércoles y viernes.
Pero, por aquello de caesar caesaris, deus dei, había aprendido a vivir con su hipocondría. Ya decía Machado aquello de que el que duda termina dudando de su propia duda.
Nunca le gustó su mujer. O quizá sí, pero hacía ya tantos años... Con el paso de los años había aprendido a convivir con ella, aunque no recibía nada parecido al cariño. Todo lo contrario. Sólo odio y desprecio. Veneno y palabras agrias que le obligaban a buscar, al menos un par de veces al año, un lugar elevado desde el que echar a rodar su melancolía.
Hubiera preferido vivir en Granada, para llenar sus ojos con el color caramelo que deja el atardecer sobre la Alhambra.

F.M.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Un aroma dulzón (de F Mañueco)






Con sumo cuidado, casi con mimo, colocó dos cucharadas soperas de polvo de angustia en el viejo incensario. Añadió un cucharadita, de las de moka, de tristeza químicamente pura. Sobre ellas hizo descansar una lágrima de cristal de la antigua lámpara familiar. Acercó el gastado Zippo en el que ya apenas podían distinguirse sus iniciales. Le gustó el olor a gasolina. Las volutas de un humo gris marengo llegaron lentamente hasta el techo.
Le vino a la mente, con violencia, la evocadora palabra “maresía”, que utilizan los portugueses para expresar a un tiempo el olor a mar, el sonido del mar, la brisa del mar, la luz del mar. No entendía porqué, de cuando en cuando, le golpeaban el cerebro palabras sueltas, onomatopeyas, sonidos cacofónicos, imágenes difusas.
Pero así era y había aprendido a convivir con esos espasmos de sus neuronas.
Se le aparecieron con nitidez los hijos que nunca tuvo, pero no pudo recordar el rostro de su mujer ni los ojos de su madre.
Cada uno tiene su particular forma de discurrir por la vida y de enfrentarse a la muerte, pensó. Y se quitó la vida.
Le encontró la señora de la limpieza. En la habitación predominaba un dulzón aroma a desconsuelo y melancolía. Apretaba en su puño la vieja lágrima de cristal. Sonreía.
FM

domingo, 17 de agosto de 2014

NO DECÍA PALABRAS (de Luis Cernuda)






No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Aunque sólo sea una esperanza
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.




               (L.C.)
 respuesta nadie sabe.

viernes, 15 de agosto de 2014

Levantar el vuelo (por F. Mañueco. Extraído de otra pag de este blog)

Levantar el vuelo

Se despertó sobresaltado. Tenía la impresión de que llevaba durmiendo mucho tiempo, pero no supo determinar cuánto, ni siquiera de manera aproximada. Comprobó que todo funcionaba razonablemente bien, aunque toda la intrincada tela de araña de sinapsis y conexiones neuronales se movía con mayor lentitud de la habitual. Lo achacó a la pereza que sentía.
El resto del organismo seguía inmóvil. Pero no se preocupó demasiado, ya que el corazón latía tranquilo y la respiración mantenía su cadencia habitual. Sístole, diástole. Inspirar, expirar. No sentía dolor.
Decidió aprovechar el tiempo. Se arremangó y se dispuso a hacer una limpieza a fondo.
Había polvo en los rincones, pero prefirió comenzar por deshacerse de algunos trastos inútiles. En una gran bolsa negra colocó, por este orden, dos o tres sentimientos de culpa que nunca había usado y un par de amores resecos de los que apenas recordaba nada. También decidió tirar media docena de miradas intensas, el brillo de aquellos ojos negros que siempre le gustaron y una gran colección de lágrimas ya pasadas de moda.
En un desvencijado cajón encontró tres o cuatro momentos de angustia, algunos escalofríos y el viejo calor intenso que le acompañaba de joven cuando alguna dama le rompía el corazón, lo que sucedió en más ocasiones de lo que le hubiera gustado.
Barrió con esmero la parte del suelo que estaba cubierto por algunas escamas de desánimo. Reposaban desde hacía varios años bajo una tenue película de angustia, desazón, nerviosismo y desesperación. Todo fue a parar al fondo frío y oscuro de la bolsa plástica.
En la estantería, junto con numerosos recuerdos familiares, -que decidió conservar aunque ya no les hiciera mucho caso-, encontró una antigua pasión. Aquella pasión que pensó que duraría toda una eternidad y que se quemó, por combustión espontánea, en poco más de seis meses.
Colocó ordenadamente su colección de sensaciones agradables. El sabor pastoso de la miel, el olor intenso del café recién molido. El aroma de la lavanda, el espliego y el romero. La plata líquida que recorre la noche cuando hay la luna llena . El sabor del pan caliente, el regusto agridulce de la piña fría.
Sin prestar atención se deshizo de dos docenas de caricias completamente nuevas y de algunos besos envueltos en un quebradizo envoltorio de tul y gasa que se le antojó ridículo. La pequeña cajita de metal repleta de odios y resquemores también fue a parar al vertedero. Sin abrirla siquiera para comprobar su contenido. De sobra lo conocía.
Se sintió bien después de desechar buena parte de los sentimientos que le habían presionado el alma durante ocho lustros. No quería ya más miradas torvas, ni más palabras agrias. Necesitaba aligerar lastre. El dolor y el rencor pesan demasiado. Impiden levantar el vuelo.
Oyó perfectamente la voz del médico cuando dijo “no se esfuerce, señora, no le oye, ya ni siente ni padece”. Sonrió y se dispuso a detener la maquinaria. Su tiempo se había cumplido.

                          


(FM)

CANTARES MEXICANOS (Miguel León-Portilla)




Estoy embriagado, lloro, me aflijo,
pienso, digo,
en mi interior lo encuentro:
si yo nunca muriera,
si yo nunca desapareciera.
Allá donde no hay muerte,
allá donde ella es conquistada,
que allá vaya yo.
Si yo nunca muriera,
si yo nunca desapareciera.
Ms.
"Cantares Mexicanos", fol. 17 v.Nezahualcóyotl.
Trece poemas del mundo azteca,
Miguel León Portilla.-  México, 1984

Poema antecomienzo (de José Ángel Valente)



No detenerse.
Y cuando ya parezca
que has naufragado para siempre en los ciegos meandros
de la luz, beber aún en la desposesión oscura,
en donde sólo nace el sol radiante de la noche.
Pues también está escrito que el que sube
hacia ese sol no puede detenerse
y va de comienzo en comienzo
por comienzos que no tienen fin.




La vida es sueño (con permiso)





Nada nos es propio más de un instante,
granos de arena, efímeras posesiones.
No se aprehenden jamás los sueños
colgados como están al fondo de un pasillo
o detrás de vidrios oscuros. Alborozo y lamento...
Andar trabado y libre vuelo,
nada envuelta en nada.
Son humo sobre humo.
Son lo que somos.

Les digo adiós, sin ganas. Nunca responden.
Me aúpo sobre sus hombros,
pero no alcanzo. Horizontes imaginados,
paraísos perdidos. Cenizas.
Y un cierto resplandor de las espadas flamígeras.

Tras la lucha, quedan los heridos.
¿Qué les puedo dar si aún no despiertas?
No sé suturar esas heridas
acallar tantos quejidos
no sé sin tus manos, sin hebras
sin tino.
Que nada oyeron dirán los testigos;
los informes dirán que nada hubo
a lo más, intento torpe de suicidio.

                                                          R.


jueves, 14 de agosto de 2014

La marca del deseo (extraído de "Sueño de una noche..." en este blog)

''Porque el deseo es pregunta
cuya respuesta nadie sabe''      
                                     Luis Cernuda





La mujer que no se ve en los espejos     
me arrastraba a pisar sobre sus huellas,
que prometían el cielo en sus pechos,
falsos besos que no aman, mas dejan
la marca palpitante del deseo.

Dulces ecos de ciudad extranjera,
su boca era el faro de mis ojos.
Mi mano bajando por sus caderas
-breve relato su vestido rojo-

y luego el adiós con sabor a pena.

                                                                         R.

martes, 12 de agosto de 2014

Poco a poco


Foto del autor (2012)



Llueve,
del cielo y de ti. Del cielo.
Son las horas del agua que lava
la sombra, la noche fugaz,
las medusas de los sueños.
Son de agua tus ojos;
tus palabras, de aroma, de humo.
Recordadas. Etéreas. Mansas
como esta lluvia que no viene
con intención de embestirnos.

Empapadas de ti, se apagan las antorchas
tras quemar versos toda la noche.
Se hace jirones lo oscuro
y tú, ajena, duermes por mí,
el desvelado. Puro triunfo
de tu desnudo.
En tantas estancias lo he pintado
que no sé ni contarlas.

Es el color de los embrujos.
Es. Poco a poco.

Los autos dan voz a la carretera
mientras los pasos guardan
el silencio de los caminos.
Música de leche se cuela entre las buganvillas
apaciguando a los vecinos.
Quédanse fuera las enseñas, los escudos
y pasan de soslayo los segundos.
Los ojos ya no rebuscan tarros
repletos de arroz,
de granos que son luciérnagas.
Las columnas de la sangre aguada
sostienen la aurora, madre y hermana 
del Sol, del celeste brillo de lo vivo.
Es un caer de horas que se otoñan,
les falta ocre y calendario. 
Todas, todas te nombran
y se esconden entre la ropa doblada
tras las tres puertas del armario.
Todo esto pasa en vebos y otras palabras,
las elegí para ti, de una en una
como flores, como tela de vestidos.
Luego las hice reposar en bancos encalados,
mientras planeaba esta noche geométrica 
que se va para que tú hayas estado.
                 
                                                           R.





sábado, 9 de agosto de 2014

Mañanas son todas







El día llegará 
en que te pasees por mi memoria,
en ese terreno de ayeres
serán tuyas las huellas que pises.

De lo que me conforma
nada tengo que no sea universo,
de lo conquistado
¿qué si no polvo y palabras?
Algunos fotogramas que hablan
de olas, de espuma y nostalgias.
De nuestro tejer de tacto y saliva.

Llegará el día siguiente,
no creerás que despiertas.
Mañanas son todas pero aquellas
eran otras
que ya no vuelven.
                                              R.

viernes, 8 de agosto de 2014

Ven, es una palabra muda



Fotografía del autor (2007)





Adornada de adelfas que intoxican
el aire y mi mirada
huye y aguarda la carretera;
bastó una palabra tuya
                                (Ven, es palabra muda)
para hacer de mi cuerpo frontera,
el antes y el luego  juegan
a escondidas en mis venas.
Delante y detrás sigue el asfalto.
Marciales limoneros repiten sin cesar
las mismas joyas, a cientos.
Codicioso, disperso yo mis ojos
como haré esta noche ante las estrellas
como haré después frente a tus senos. 

Sé que llegaré a nuestro lugar
allí donde a simple vista se desnuda
el secreto ciudadano de las fases de la luna,
donde se hace más poderosa
la llamada orgullosa de tu sexo,
donde el aroma a jazmines borra
los viejos pudores viejos.
Donde a ti y a mí nos queda
amor tras el deseo.
Ven... me dirás, 
cierra esos ojos llenos.
Ven, me dirás
y ya no habrá luego.

                                              R.




lunes, 4 de agosto de 2014

PONIENTE



En este lugar del sur el viento
imita a las pasiones,
es más fácil percibirlo que predecirlo.

Dibujo del autor 2011


Hablas pulsando los tallos
pero yo nada te entiendo.
Sólo palpo. Siento. Callo.
Permíteme que te lave 
la sangre de los labios.
Aúllas, silbas, ruges, lloras...
Sobre tu grupa nunca tanta poesía
avivando las hogueras
reventando las ventanas
afilando la esquinas.

Te curaría, viento, las ganas
si arrancases tú las mías.

Hierve la herida que no mata
tiene trazas de hechicera,
cambia la voz de las tormentas
mezcla los goces y las penas.

Sé que mueres si te detienes
pero sé un héroe y escucha.
Mi carne llama a la suya, 
sin respuesta.
Sin respuesta.
Se agitan los sentimientos con feroces aleteos
cada pliegue de su vestido esconde
la roja divisa del deseo.

El ansia desordenada de tus dedos
danza y alborota mis cabellos
pero no son esos los que quiero.
No son.
No vinieron.

                                            R.

miércoles, 30 de julio de 2014

LO QUE NO… (De la obra "55 minutos" de Ana Arés)



Composición de Umnbriel 2009

Lo que no se posee.


Lo que a tu lado está
sin documento,
sin fecha o talonario.

Cuanto amado se posa en el momento,
y se toma por propio, y se comprende
que no ha de perdurar, que hay que ignorar
el ver la fecha, levantar la tapa.

El sueño sin ruido
ajado por el paso de los sueños ajenos
que resiste insolente, su mismo amado espacio.

Eso te doy, sin palabra o contrato.
No es atesorable.
No es valor de mercado,
no es frontera en un mapa
ni pesa en tu equipaje.

Un castillo en el aire es nuestra hacienda.
                                                                    A.A.

sábado, 26 de julio de 2014

NIŃO DE AGUA (Para Andrés, agosto 2005)




Tus brazos y tus piernas entretejen

de carne, vida y agua, corolas…

y la bisílaba mar, mil veces,

con tus ojos verdes y las olas

busca rimar cortos versos breves.

Quiere así pedir a las caracolas

que atesoren, junto a su eco leve,

tu alegre risa y tu voz sonora.
                                                      R

sábado, 14 de junio de 2014

BUSCAR. QUERER. SEGUIR.













Si decir de mí algo debiera
en cualquier encrucijada,
(como todas, extranjera)
tendría que mirar muy lento
algunas fotos, leer
algunos versos,
beber agua bendita
para borrar la sed de olvido
y, al fin, como guardián del velo
...atesorar mi silencio.

¿O bien diría penas?
como ésta que me pesa
más de lo que yo quisiera.

¿O quizá, algunos sueños?
de los que está hecho
el futuro que me queda.

¿Cómo saberlo?

¿Cómo elegir con acierto
el verbo
y su tiempo?

¿Si hablar de sangres y labios
o hacerlo de alientos?
¿De ahogadas rimas o
de encendidos versos?

Hay tanto escrito, en mis cuadernos
y entre ellos escondido.
En mi rostro y en cómo me miran
aquellos que he conocido.

Locuras de amor y miedo, 
vivencias
pensamientos...
escasez y exceso.

Nada, quizá;
o un algo que nunca es todo.

Para decir de mí,
si he de decir de mí,
como me exige el momento,
dejo apartado el compendio,
me son ajenos los tiempos:
buscar,
querer,
seguir.


                      R.  (llegará el partir, llegará. Pero ya le perdoné)















MAÑANA DE PESCA (Constance de Nelson)






Poema seleccionado por Ediciones de la MediaNoche para "CINCOPALABRAS"



Extraño es el aire que empuja al velero
entre sobresaltos de espumas.


"¡Un viento ariente!" exclama el pescador.
El horizonte desaparece y reaparece.


Ámbar es el tentáculo en la tenue luz del sol
y crudas las manos que enrollan el sedal.


(En el mar transparente no quedó huella,
y no hubo tiempo para confesar lo ocurrido.)

                                                                                         -CdN-



domingo, 1 de junio de 2014

EN LOS OJOS DE LOS PÁJAROS




Toda la luz está fuera esta mañana de Junio
regando las amapolas, a miles.
El calor que anuncia el fin de primavera
para mí es ausencia,
no entiendo lo que me dice
ni puedo leer en sus labios
(del celeste más firme)
las letras enguantadas
que vinieron para irse.

Quisiera contemplar cómo sangra la tierra,
en pétalos infinitos,
¡en oleadas!
(Sangre de primavera que brota entre hierbas)

Contemplar no es vivir, pero me calma.

Como tú
sin avisar, sutil, fugaz,
besa y pasa el viento
y deja su estela de caricias
más que sentidas, adivinadas.

Es el viento que ignora su destino
lo que más a mi estado se asemeja.
Vuelo bañado en luz pero sin verte
preñada de letras mi alma, inquieta,
sin saber si decir o  si callar el final
del verso aquel que por ti empieza.
Tantos inicios tienes, mi vida,
mas ninguno ahora me contenta.

¿Cómo romper cadenas que son de nada
que no pesan,
que no suenan,
que no dañan?
Cadenas de luz ciñen mis pestañas
veo un azar huérfano de sorpresas
que no te contiene
y que tú no recuerdas.
Se ve el adiós en los ojos de los pájaros
que leen tu nombre escrito en mi mesa.
                                                                 R.



domingo, 18 de mayo de 2014

YA NO SOY



                viejo poeta, mírala mirarte
                con ojos que constelan otro cielo
                donde no tiene puerto tu esperanza.
                                                        (Julio Cortázar)




                                                                         A mi madre


Ya no soy,
no puedo ser
no sé
no quiero,
si tú no me recuerdas.

Lo que aún tengo de ti
es el timbre de tu voz
con ecos del sordo vaivén agudo
de la cuna.
Es el timbre de tu voz
con mi nombre como un grito
cuando de la tuya solté mi mano,
esa cuyo tibio calor ahora alabas
sin nombrarme.

Tu voz,
que me hace niño
que construye en el aire barquitos
de juncos
y cuentos muy viejos,
tu voz de colorín, colorado...
Te preguntaba yo mucho entonces,
mirando hacia arriba,
si era peor ser sordo o ciego;
¡qué amarga la respuesta
que me ha dado el tiempo!


Te escucho para tenerte
te oigo para estar vivo.

¿Qué ves, madre, cuando me miras?
¿Quién eres cuando te miro?

Ya no soy,
no puedo ser
no sé
no quiero,
si tú no me nombras.

En este huracán de sentimientos
que ahora me aturde
vuelan astillados recuerdos
partidos por en medio
porque sólo mi lado queda.
Me hieren violentos,
arrancan trozos de mi carne
que es tuya,
que fue contigo una...
aunque tú no lo recuerdes.

¡Ay, este dolor
que duele sin latidos!
Saber que no me sientes,
sentir que ya no sabes.

Quisiera volver a tu interior
para decirte desde dentro
que soy yo
que soy yo...
darte mi sangre toda,
despertar de nuevo tu conciencia
de bella mujer andaluza,
llenar de cimientos tu mirada
y devolverte al fin el regalo
que me hiciste aquel día,
aquella bendita hora
cuando más calor hacía.
                                                        R.

sábado, 17 de mayo de 2014

RECÍBEME ( Ana Arés )





IMAGEN DE UMBRIEL 2013



Recíbeme otra vez. La primera vez.
Ábreme una vez más de par en par tus puertas.
 
 
Ya me he purificado. Mis plegarias
vuelan al infinito y los demiurgos
ya no los reconozco. No soy más extranjero.
 
 
He asperjado azahares.
He prendido la esencia
y he dejado tan solo
la luz que tú conoces,
la que solo toleras.
La más mínima luz.
 
 
Yo sé que me dirás están abiertas
las puertas a que llamas.
...Mas yo me inclinaré con reverencia
otra vez, esta vez, la misma vez.
                                                            (AA)


jueves, 15 de mayo de 2014

VIVIR ES LA RESPUESTA (por gentileza de AVL)





Imagen por Umbriel 2012









Sólo existe el impulso. Una emoción visceral e indefinible que empuja las palabras a través de un rastro de tinta. La huella eterna de algo efímero.

Escribo sobre reflexión. Escribo sobre escritura.

Resulta paradójico. Se plantea como una espiral, unificando dos significados en una duda: ¿La gallina o el huevo?

Absténganse pensamientos científicos. Desvirtúan la magia de la metafísica. De la reflexión en sí misma. De pensar que piensas, sin propósito concreto.

Propósitos. Pierdo el tiempo invirtiéndolo en mí, sin una meta a la vista, únicamente dejando fluir el placer del autoconocimiento. Manejar los recursos más antiguos del ser humano para hallar una respuesta aún sin confirmar. Para hallar conformidad. Para hallar-te. Hallar-nos.

¿Hallarse a uno mismo es algo para lo que estamos preparados?

Quizá la pregunta debería ser:

¿Hallarse a uno mismo es algo para lo que estamos capacitados?

No sabemos dar respuesta a quiénes somos. Simplemente somos, o creemos que somos. Creemos que existimos y nadie nos da muestras de ello. Ni tampoco de lo contrario.

Desvaríos. Concatenación de pensamientos que plantean nuevas cuestiones sin resolver las anteriores. Sin respuesta.

¿Tiene sentido buscar una respuesta?

Quizá la pregunta debería ser:

¿Tiene sentido encontrar la respuesta?

No se puede hablar de respuesta. No se debe.

Hablamos de conclusiones, que convertimos en respuestas porque nunca nadie ha logrado refutarlas.

Pero, ¿cómo estamos seguros de su certeza?

Nunca estamos seguros. Vivimos sumidos en una absoluta incertidumbre de la que no logramos salir.

Vivir. Esa es la respuesta.

 
 

 
 
 

POEMA VISUAL #1 DE Luna Genovés

 
 
 
DESBORDANDO LIMITES
CON CORAZÓN
 
 
 
 
 
 
 
 




domingo, 12 de enero de 2014

Décima MUERTE (por X.V.)






¡Qué prueba de la existencia
habrá mayor que la suerte
de estar viviendo sin verte
y muriendo en tu presencia!
Esta lúcida conciencia
de amar a lo nunca visto
y de esperar lo imprevisto;
este caer sin llegar
es la angustia de pensar
que puesto que muero existo.

Si en todas partes estás,
en el agua y en la tierra,
en el aire que me encierra
y en el incendio voraz;
y si a todas partes vas
conmigo en el pensamiento,
en el soplo de mi aliento
y en mi sangre confundida
¿no serás, Muerte, en mi vida,
agua, fuego, polvo y viento?

Si tienes manos, que sean
de un tacto sutil y blando
apenas sensible cuando
anestesiado me crean;
y que tus ojos me vean
sin mirarme, de tal suerte
que nada me desconcierte
ni tu vista ni tu roce,
para no sentir un goce
ni un dolor contigo, Muerte.

Por caminos ignorados,
por hendiduras secretas,
por las misteriosas vetas
de troncos recién cortados
te ven mis ojos cerrados
entrar en mi alcoba oscura
a convertir mi envoltura
opaca, febril, cambiante,
luminosa, eterna y pura,
en materia de diamante.

No duermo para que al verte
llegar lenta y apagada,
para que al oír pausada
tu voz que silencios vierte,
para que al tocar la nada
que envuelve tu cuerpo yerto,
para que a tu olor desierto
pueda, sin sombra de sueño,
saber quede ti me adueño,
sentir que muero despierto.

La aguja del instantero
recorrerá su cuadrante,
todo cabrá en un instante
del espacio verdadero
que, ancho, profundo y señero,
será clásico a tu paso
de modo que el tiempo cierto
prolongará nuestro abrazo
y será posible acaso,
vivir después de haber muerto.

En el roce, en el contacto,
en la inefable delicia
de la suprema caricia
que desemboca en el acto,
hay el misterioso pacto
del espasmo delirante
en que un cielo alucinante
y un infierno de agonía
se funden cuando eres mía
y soy tuyo en un instante.

Hasta en la ausencia estás viva:
porque te encuentro en el hueco
de una forma y en el eco
de una nota fugitiva;
porque en mi propia saliva
fundes tu sabor sombrío,
y a cambio de lo que es mío
me dejas sólo el temor
de hallar hasta en el sabor
la presencia del vacío.

Si te llevo en mí prendida
y te acaricio y escondo;
si te alimento en el fondo
de mi más secreta herida;
si mi muerte te da vida
y goce mi frenesí
¡qué será, Muerte, de ti
cuando al salir yo del mundo,
deshecho el nudo profundo,
tengas que salir de mí?

En vano amenazas, Muerte,
cerrar la boca a mi herida
y poner fin a mi vida
con una palabra inerte.
¡Qué puedo pensar al verte,
si en mi angustia verdadera
tuve que violar la espera;
si en la vista de tu tardanza
para llenar mi esperanza
no hay hora en que yo no muera!

                                                (Xavier Villaurrutia)

sábado, 11 de enero de 2014

BENNU (por A.V.L.)






-PARTE 1-


Trata de apagar una vela con el puño. No golpeándola, sino apretando.
Sé consciente de cómo el calor se desliza entre tus dedos a medida que los vas cerrando alredededor del cordel que sostiene el fuego, y de cómo penetra en la carne. Siente tu piel burbujear y hervir bajo su efecto. Está tan caliente como la cera que gotea desde la superficie. Observa tu mano fundirse con el dolor hasta que éste se haga líquido y correteé por tu interior igual que una gota de agua resbalando por el cristal.
La llama se apagará al instante, pero el dolor seguirá allí. Tu puño se ofrece como una máscara, sin mostrar lo que ocurre en su interior. Por fuera tiene buen aspecto. Dentro se encuentra el sufrimiento. Negro. Ahumado.
Al cabo de un rato, el dolor se vuelve intermitente. Cuando crees que va a detenerse, vuelve. Una y otra vez. Palpita.
Podrás creer y creerás que es mejor abrir el puño y dejar a la vista lo que ocurre detrás de la máscara, pero en lugar de eso lo cerrarás más fuerte, tratando de oprimir el daño… Tratando de romperlo.
Pero no cede, sino al contrario. Se hace más intenso.
No eres capaz de entender por qué, por qué tu cuerpo se dispone a que sufras más cuando lo que tú pides es que se detenga… Y olvidas  por qué esa vela estaba encendida si lo único que ha hecho ha sido herirte.







-PARTE 2-


Enciendes la vela de nuevo… Y entiendes el motivo.
Al prenderla, la habitación, que había quedado a oscuras, se ilumina. Y el calor de la llama se esparce por el aire hasta acariciarte, y te hace sentir bien.

Es en ese momento cuando comprendes que serías capaz de enfrentarte al mayor de los incendios con las manos desnudas sólo para repetir esa sensación.