Imagen por Umbriel 2012
Sólo existe el impulso. Una emoción visceral e indefinible que empuja las palabras a través de un rastro de tinta. La huella eterna de algo efímero.
Escribo sobre reflexión. Escribo sobre escritura.
Resulta paradójico. Se plantea como una espiral, unificando dos significados en una duda: ¿La gallina o el huevo?
Absténganse pensamientos científicos. Desvirtúan la magia de la metafísica. De la reflexión en sí misma. De pensar que piensas, sin propósito concreto.
Propósitos. Pierdo el tiempo invirtiéndolo en mí, sin una meta a la vista, únicamente dejando fluir el placer del autoconocimiento. Manejar los recursos más antiguos del ser humano para hallar una respuesta aún sin confirmar. Para hallar conformidad. Para hallar-te. Hallar-nos.
¿Hallarse a uno mismo es algo para lo que estamos preparados?
Quizá la pregunta debería ser:
¿Hallarse a uno mismo es algo para lo que estamos capacitados?
No sabemos dar respuesta a quiénes somos. Simplemente somos, o creemos que somos. Creemos que existimos y nadie nos da muestras de ello. Ni tampoco de lo contrario.
Desvaríos. Concatenación de pensamientos que plantean nuevas cuestiones sin resolver las anteriores. Sin respuesta.
¿Tiene sentido buscar una respuesta?
Quizá la pregunta debería ser:
¿Tiene sentido encontrar la respuesta?
No se puede hablar de respuesta. No se debe.
Hablamos de conclusiones, que convertimos en respuestas porque nunca nadie ha logrado refutarlas.
Pero, ¿cómo estamos seguros de su certeza?
Nunca estamos seguros. Vivimos sumidos en una absoluta incertidumbre de la que no logramos salir.
Vivir. Esa es la respuesta.
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