|
Foto del autor (2012) |
Llueve,
del cielo y de ti. Del cielo.
Son las horas del agua que lava
la sombra, la noche fugaz,
las medusas de los sueños.
Son de agua tus ojos;
tus palabras, de aroma, de humo.
Recordadas. Etéreas. Mansas
como esta lluvia que no viene
con intención de embestirnos.
Empapadas de ti, se apagan las antorchas
tras quemar versos toda la noche.
Se hace jirones lo oscuro
y tú, ajena, duermes por mí,
el desvelado. Puro triunfo
de tu desnudo.
En tantas estancias lo he pintado
que no sé ni contarlas.
Es el color de los embrujos.
Es. Poco a poco.
Los autos dan voz a la carretera
mientras los pasos guardan
el silencio de los caminos.
Música de leche se cuela entre las buganvillas
apaciguando a los vecinos.
Quédanse fuera las enseñas, los escudos
y pasan de soslayo los segundos.
Los ojos ya no rebuscan tarros
repletos de arroz,
de granos que son luciérnagas.
Las columnas de la sangre aguada
sostienen la aurora, madre y hermana
del Sol, del celeste brillo de lo vivo.
Es un caer de horas que se otoñan,
les falta ocre y calendario.
Todas, todas te nombran
y se esconden entre la ropa doblada
tras las tres puertas del armario.
Todo esto pasa en vebos y otras palabras,
las elegí para ti, de una en una
como flores, como tela de vestidos.
Luego las hice reposar en bancos encalados,
mientras planeaba esta noche geométrica
que se va para que tú hayas estado.
R.