A mi madre
El tic tac extinguido
del latir;
el silencio que golpea,
la extrema sencillez de ese dolor;
otra madrugada más que se rompe
sin posible arreglo,
como tantas,
como todo.
Las horas que sé y no encuentro,
esas me faltan,
todas las que me diste
tantas que yo te debo.
Esas horas tuyas,
que ahora posees
sin tiempo, sin mí;
me faltan,
me hieren.
Me duelen,
me matan.
Es tarde ya
es para siempre,
entre los párpados duerme
la ausencia que todo lo cambia:
De repente, lo anunciado
nos sorprende y nos hace sombra,
para siempre.
R.
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